DESPIERTA EN UN CALLEJÓN Y CASI NO RECUERDA NADA, SABE QUE DEBE BUSCAR AL OBJETIVO ANTES DE QUE SE LE ACABE EL TIEMPO, EL CUAL NO ES MUCHO, SABE QUE DE ESO DEPENDE SU VIDA Y EL DE LA HUMANIDAD COMPLETA, ¿LO CONSEGUIRÁ? DESPUÉS DE UN RATO DE NO ESCRIBIR, LALO VARGAS, VUELVE A MENDIGAR ALGO DE INSPIRACIÓN A LAS MUSAS CON ESTE PEQUEÑO RELATO DE SU AUTORÍA.
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EPISODIO 31: RELATO: LA
MISIÓN
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Desperté
en un callejón oscuro bañado en sudor, creo que la ropa que llevaba encima no
era la adecuada para el clima del lugar, a pesar de haber leído una y otra vez
sobre el área y sus condiciones climáticas la costumbre me hizo optar por algo
más abrigador. Deseché de inmediato lo que no me servía y caminé con las
piernas entumidas por las drogas que había tomado antes, seguro la gente
pensaba que me encontraba ebrio o crudo. Caminé hasta la avenida principal y
las tripas ya me pedían alimento, sin embrago debo confesar que las nauseas no
me permitían pensar en algún platillo en especial.
Durante
mi caminar errático logré llegar una avenida principal, antes de todo esto
había memorizado una ruta y el orden de las calles para no dejarla pasar cuando
me la topara, se trataba de Usumacinta, ya estando allí solo tenía que ubicar
el parque Dora María y caminar en esa dirección, según sabía allí lo
encontraría, esa era mi motivación, sabía que podía lograrlo, no había falla
alguna, el único que podía arruinar las cosas era yo mismo, pero algo vibró en
mi muñeca y mi optimismo se vio derrumbado, revisé mi muñeca izquierda y vi una
pulsera de color negra con un contador en modo regresivo con números rojos con
una cifra no muy alentadora 00:06:00, seis minutos y cero segundos y
descendiendo, ¿por qué tan poco tiempo maldita sea? nuevamente las drogas, no
solo me causaban estragos físicamente, a nivel motriz o nauseas, también
afectaban a mi cerebro, de alguna manera creaban espacios en blanco haciéndome
olvidar aspectos importantes de mi propósito en ese lugar.
Mientras
avanzaba por la avenida miraba a la gente pasar con sus cubrebocas, yo no traía
el mío, verlos me hacía sentir mal, no sabían lo que estaba por pasar, el
coronavirus era el menor de sus problemas, todo parecía tan surrealista,
pensaba en todos aquellos que alguna vez se habían reído de las películas y
comics que hablaban de pandemias y futuros donde la humanidad sucumbía ante
alguna catástrofe natural.
Sentía
lastima por ellos, pero no podía distraerme, mientras caminaba intentaba
recordar qué era eso tan urgente que debía hacer, y de pronto me detuve, miré
en dirección a un aparador de una tienda de ropa y vi mi reflejo, mi cara
sucia, mi rostro angustiado, y entonces lo vi pasar tras de mí, era él, el
reloj en mi muñeca volvió a vibrar, no podía estar equivocado, estudié su foto
día y noche, se trataba del objetivo, quise correr tras él, pero mis piernas no
me respondían, caminaba muy rápido, si no lograba contactarlo perdería mi
oportunidad, miré mi reloj y el contador esta en 00:00:05 segundos y solo pude
hacer lo primero que me vino a la mente, gritar: ¡eyyyy!, y todo se oscureció.
Desperté,
en una cama, tenía aparatos de monitoreo de signos vitales, una mascarilla y
maldije mi suerte, comencé a llorar, al parecer las drogas ya no estaban en mi
organismo porque ahora todo era tan claro, yo solo tenía una misión y lo eché
todo a perder, debía evitar que el objetivo muriera y solo pude gritarle, ni si
quiera recordé su nombre, sentía que todo estaba perdido pero una cortina se
abrió y un hombre de pelo largo y blanca canas se acercó a mí y tomó mi mano, -felicidades-,
me dijo, -cumpliste tu misión, quería agradecerte en persona, de no ser por
todo viese sido en vano.-, caminó hacia unas persianas y abrió la ventana, el
sol me cegó por un momento y cuando mis ojos por fin se acostumbraron a la luz
pude ver que era un día maravilloso, las plantas moviéndose al ritmo de la
brisa, nada de nieve, ningún rastro del invierno nuclear que nos había asolado
por años, realmente había funcionado, el viaje había sido un éxito, me sentí
aliviado, me acomodé en la cama y decidí que podía dormir un rato más, me
cerraron las persianas y un me dormí sin problemas.
Mientras
dormía soñaba con el momento en que se me quedaban 5 segundos y me di cuenta
que en realidad seguía en la calle gritándole al objetivo, el cuela solo volteó
a mirarme mientras un auto fuera de control lo embestía sobre la banqueta
lanzando por los aires para después escucharlo caer sobre el concreto con un
ruido espantoso, ahí no solo había muerto un ser humano, sino la mitad de la
humanidad con él, sentí una especie de calambre en todo el cuerpo, mi tiempo se
había terminado, la maquina estaba haciendo su trabajo, así había sido
programada, me estaba regresando a mi tiempo y yo había fracasado en mi misión.